Un río de champaña resbalaba entre tus senos.
Absorto contemplaba sus meandros, y mis dedos
rumbaban accidentes en el valle de tu cuerpo
desnudo, recorriendo sus más íntimos misterios.
Mis labios se posaban en tu vientre. Cada beso
sellaba la promesa de un presente sin recuerdos.
El mundo no existía: nuestro mundo era el silencio
quebrado por el ansia entrecortada de tu aliento.
Al ritmo poderoso del latido del deseo
unidos expresábamos la ley del universo
bailando las mil danzas que se bailan en el cielo:
el vals de los planetas, el gran tango de los tiempos.
Un río de champaña descendía de tus senos.
El líquido ambarino, a la altura de tu sexo,
abriose como un delta triangulado entre mis dedos.
Con los labios entreabiertos, bebí el caudal entero.